Nació el 430 a.C. en el demo Ático de Erquía, a 15 km de Atenas (Grecia), hijo de Grilo y Diadora. Eran los primeros años de la guerra del Peloponeso, sobre esta guerra escribió el libro “Helénicas”. De familia muy acomodada. Practicó la equitación como los jóvenes ricos de la época. Jenofonte se consideraba amigo y discípulo de Sócrates, pero no perteneció a su círculo más estrecho en el que figuraba Platón. Pero la influencia de Sócrates aparece en los escritos y obras de Jenofonte. Por su origen noble Jenofonte se situó en políticas conservadoras.
Por el año 404 a.C. se estableció en Atenas el Régimen de los “Treinta Tiranos” con el apoyo de Esparta del que Jenofonte fue partidario, derrocado este Régimen, se restableció la democracia. Jenofonte decidió abandonar Atenas.
En el año 401 a.C. se unió a la expedición llamada de los Diez Mil, de Ciro el Joven que pretendía derrocar del trono de Persia a su hermano Artajerjes II, compuesto este ejercito por mercenarios a sueldo. Ciro no desvelo el objetivo de la expedición hasta que no llegaron a Persia. Mataron a Ciro y ese ejercito de mercenarios regreso a Grecia tomando uno de los mandos el mismo Jenofonte, sobre esta expedición escribió el libro llamado Anábasis. Después participo junto a las tropas espartanas en la batalla de Coronea en contra de los atenienses, esto le ocasiono el destierro. Los espartanos premiaron a Jenofonte donándole una hacienda llamada Escilunte, cerca de Olimpia, donde llevo una vida tranquila con su esposa Filesia y sus dos hijos gemelos Grilo y Diodoro, dedicándose a la cría de caballos y a la escritura. Tuvo que dejar la finca cuando Esparta perdió la batalla de Leuctra ante los tebanos. Estuvo en Corinto hasta que pudo regresar a Atenas por el 368 a.C. cuando Atenas y Esparta acordaron una alianza. Hasta que murió en el 356 a.C. con más de 70 años los paso en Atenas escribiendo. Entre los géneros de escritura que practico están: la historia, el ensayo, la biografía, etc., entre las obras que escribió se encuentran: Helénicas, Anábasis, Ciropedia, Hierón, Económico, etc.
En su obra expresa la esperanza de superación de las circunstancias adversas. Simpatizante de un ideal de una vida simple, sencilla y la autentica vida natural. Amante de las penalidades y el esfuerzo.
Jenofonte y los caballos. Sus dos obras Hipárquico (Hipparchikós) que significa “Jefe de la caballería” donde trata de las funciones de esta persona; la otra obra Hippike “Sobre la Equitación” donde da consejos convenientes para mejorar la caballería. Estableció las bases del arte ecuestre clásico. Con ideas sobre la Hípica muy evolucionas. En sus escritos aparecen sus principios ecuestres sobre la doma y el adiestramiento de caballos jóvenes, ejercicios de equilibrio y flexibilidad, cambios de andadura y dirección, círculos y piruetas. Enseño a saltar a sus caballos. Se preocupo por la mente del caballo y estableció el valor de los premios y el castigo. Jenofonte enseñaba que hay que tratar con paciencia a los caballos y no aprobaba el uso de la fuerza para lograr los objetivos. Afirmaba que el jinete que obligaba a su montura con el látigo, lo único que conseguía era el miedo, ya que la asociación que existe en esta acción es de dolor con el objeto que les atemoriza. Jenofonte montaba a pelo con los muslos desnudos y decía que el contacto directo con el pelo del animal aumentaba la adhesión. Por eso le gustaban los caballos con buen dorso.
Frases conocidas de Jenofonte:
“Lo que es arrancado por la fuerza y sin comprensión no es jamás bello.” “Todo aquello que es forzado y malentendido no puede ser bello”.
“Los caballos jóvenes deben ser educados de forma que no solamente quieran al hombre, más aún, que lo busquen”.
“Nunca debes maltratar a tu caballo cuando estés encolerizado; pues hay en la cólera algo de irreflexión por la que frecuentemente se hacen cosas de las cuales hay que arrepentirse”.
“Si se logra que el caballo tome el paso que él adoptaría a su voluntad cuando despliega su belleza, aparecerá alegre y magnífico, orgulloso y feliz de haber sido montado”.
“Alentándole para que adopte las actitudes y gracias que naturalmente adopta cuando realiza una exhibición, ya has logrado lo que anhelas: un caballo que disfruta siendo montado, un animal espléndido y vistoso, la alegría de todos los espectadores... La nobleza misma de los hombres se descubre de la mejor forma en el manejo de tales animales... Estos son los caballos que montan los dioses y los héroes”.
“Si lo recompensas con un trato amable cuando ha cumplido tus mandatos y lo reprendes cuando desobedece, lo más probable es que termine haciendo lo que quieras. Este principio es válido en todas las ramas de la hípica”.
“Los jinetes que obligan a sus monturas con el látigo, no hacen sino reforzar su miedo, porque entonces asocian el dolor con el objeto que los atemoriza”.
“Si empujamos a un potro tanto que protesta con violencia, desmontaremos cuando está calmado”.
David Muriel Holgado
QUE RAZÓN LLEVABA....
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