El psicólogo Seligman
ha estudiado a fondo la indefensión aprendida. La persona aprende a que haga lo
que haga no va a poder cambiar las situaciones. De esa creencia aparece la depresión, la desgana, la persona se desmotiva,
se desilusiona y no tiene esperanza. Aparece la pasividad del individuo que
aprende de una situación en la que no ha encontrado recursos para darle
solución. Si atribuye a que él es responsable de no controlar esa situación,
baja su autoestima. Si la situación es achacable a que las cosas no se pueden
cambiar, ni siquiera en el futuro, puede aparecer la depresión. Si se afianza
la idea de generalizar situaciones, afectara su modo de comportarse ante otras
diferentes, “para que voy a luchar si todo lo que haga no va ha hacer cambiar mi
vida”. La indefensión aprendida se da en los casos de “violencia de genero” en
los que la victima se echa la culpa de lo que ocurre y soporta agresiones
pensando que su agresor cambiara y que nada puede hacer para remediar la situación.
En casos extremos como en “secuestros”. En los campos de concentración Nazis,
los presos que recibían amenazas físicas y psíquicas, se resignaban y no hacían
nada porque nada de lo que hicieran iba a cambiar las cosas. También se dan
casos de indefensión aprendida en “el trabajo”. En “la búsqueda de empleo”, por
mucho que busque no voy a encontrar trabajo. En el “acoso escolar”, si hago
algo para impedir que me acosen me acosan más, por eso aguanto todo lo que me
hagan. Un ejemplo generalizado es la actitud ante el cambio de la situación
política, últimamente nos manifestamos protestando por las injusticias y nos
volvemos a manifestar, pero los políticos no oyen a la gente, al fin la gente
deja de protestar porque creen que reivindicando no consiguen nada. Triste.
¿Qué ocurre con los
caballos? Se les empieza a domar muy jóvenes, a los dos años, cuando todavía su
cuerpo no esta fortalecido, se les doma con mucho castigo en su nariz con
serretas, luego mucha presión en la boca, invierte su cuello llegando a ser
incontrolables. Se le tumba, y muy fanfarrones decimos “Caballo tumbado,
caballo entregado”. Si el caballo es tímido aguanta sin protestar. Si el
caballo tiene más temperamento se resistirá y comenzara la lucha del caballo y
el hombre, el hombre utilizara más la violencia e instrumentos que le hagan más
daño para intentar dominarlo. La nobleza
de un caballo no se mide en lo mucho que aguante sin protestar.
Varios métodos no
violentos dicen basarse en el estudio, en la observación de su comportamiento
en manada, dirigidos a conseguir una relación en armonía y respetuosa entre
hombre y caballo. En realidad van dirigidos a hacer desaparecer la voluntad del
caballo, utilizan sesiones cortas donde de forma pasiva utilizando la amenaza,
el reforzamiento negativo, llegando en muchos casos a la indefensión aprendida.
Para comunicarse con el caballo el adiestrador se comporta como un depredador,
anula mentalmente al caballo para someterlo, el caballo siente peligrar su vida
ante esta amenaza y es posible que permita que abuse de él. Lo tenemos a
nuestro servicio obligándolo y manipulándolo, aunque vaya en contra de si
mismo. Un caballo domado puede entrar en un estado de indefensión aprendida, el
hombre dice que el caballo se ha entregado y que ese caballo es manso. En el
entrenamiento aprendió a que rebelarse no le sirve de nada, el adiestrador
sigue amenazando, castigando, a esto sutilmente llamamos ayudas y correcciones.
¿Qué es lo que siente el caballo? Él tiene su propia opinión, pero no le
dejamos que elija.
Cuando se doma a un
caballo sujeto de una cuerda, no puede alejarse cuando tiene miedo, se le dan
palmadas, se le tiran cuerdas y mantas sin que pueda moverse. Con estos métodos
se le desensibiliza pero al montarles están sordos a las ayudas, no les asusta
la presión de la pierna, no se les puede mover sin usar las espuelas y dando
tirones de las riendas. Caballos que tienen pánico a la montura, porque se le ha
puesto por primera vez sin presentársela para que la conozca y la huela, no se
dejan montar pero no es porque tengan miedo al jinete sino a la montura al no
haberle habituado a ella de forma progresiva. Estos caballos no pueden hacer
nada para estar bien, aguantan todo lo que le hagan y desconectan mentalmente,
se hunden y entran en la indefensión aprendida.
Se pueden hacer las
cosas de otra manera. Los caballos sienten una mosca posada en su piel. Tenemos
que conseguir que pierda el miedo pero que no pierda su sensibilidad. Que aprenda
que cualquier presión de la pierna pide una respuesta, se le acaricia todo su
cuerpo, se va habituando a las cuerdas y se le presenta la manta para que la
huela, se la colocamos en su dorso. Dejamos que examine la montura hasta que
pierda su miedo. Todo esto con el caballo suelto. Cuando aplicamos las ayudas,
quitamos la presión cuando el caballo ha respondido. Si mantenemos la presión
el caballo no está cómodo, entonces se desensibiliza y dejara de responder a
nuestras ayudas.
Otros optan por otra
forma, con el caballo en total libertad sin picadero redondo, dejándoles
elegir, así se vera la verdadera relación que tenemos con el caballo. Tenemos
que respetar y motivar para llegar a una verdadera comunicación y conexión. En
un campo grande puede elegir estar a tu lado o irse. Dejarle su espacio, si lo
destruimos, destruimos su libertad. No utilizamos las amenazas, ni el miedo, ni
el castigo y dejamos aparte herramientas como los bocados, las espuelas. Para
obtener una buena relación con nuestro caballo debemos tener sensibilidad, compasión, ser suaves y tener
delicadeza.
Para
motivar a un caballo dejamos que cuando le planteamos un problema piense y lo
resuelva por si mismo, si encuentra la solución recibe el premio de la satisfacción.
¿Qué
podemos hacer para que vuelva a tener interés? Vamos a trabajar con ese caballo.
Lo primero que hay que conseguir es la relajación, que desaparezca el estrés.
Podemos empezar en un campo grande con todo el tiempo del mundo, caminamos
hacia él sin intenciones de controlarle y sin prepotencia, se dará cuenta de
nuestra intención, si se acerca a olernos le dejamos, de momento no le
acariciamos, si no muestra interés por nosotros entonces nos sentamos y dejamos
que curioseando se acerque a nosotros y nos huela las botas o nuestra cabeza,
un día y otro, le acariciamos, le damos alguna golosina, vemos si nos acompaña,
estamos creando lazos. Trabajamos con él en el picadero redondo totalmente
libre, sin forzarle hasta que nos siga confiado, en este trabajo no intentamos
controlar su movimiento, pero no queremos que corra alocadamente, presionamos menos
para que se tranquilice. Vemos gestos de relajación como bajar un poco su
cabeza sacudiéndola, moviendo su mandíbula y si suspira es prueba de que esta
conectando poco a poco, vuelve su cabeza para mirarnos, si se acerca o si
acepta que nos acerquemos, si decide olernos es porque quiere conocernos. Todo
son buenas señales. Si acariciamos y realizamos un pequeño masaje con nuestros
dedos presionando poco, dicen que ayuda a conectarse consigo mismo, ver método
TTEAM de Linda Tellington-Jones. Caballos que están muy rígidos y no flexionan
su cabeza, yo consigo que gire ofreciéndole un trozo de zanahoria o un poco de
pan, a ambos lados, abajo, entre sus manos, en el centro de su cuerpo y abajo.
Podemos ponerlo a riendas largas con un ayudante para que camine, le pedimos
que pare con la cabeza baja, que se ponga en marcha relajado, que gire a ambos
lados. En unos días haciendo trabajo en picadero redondo para conectarlo, se le monta y se pide giros de cabeza, con un
ayudante del ramal se le pide que camine, que pare sin que tire de las riendas
y sin levantar su cabeza, se le pide con la voz “soo” parando el ayudante y
reteniendo de las riendas, también usamos nuestro cuerpo para que pare, cuando
se detenga soltamos la presión de las riendas. Intercalamos estos trabajos con
salidas paseando del ramal subiendo y bajando cuestas para fortalecerlo. Luego
salimos con un ayudante del ramal y montados en el campo, parando, subiendo y
bajando. Así poco a poco le devolvemos su voluntad y comprueba que puede
trabajar con comodidad confiando en el hombre.
David Muriel Holgado.
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